Horror 5 by AA. VV

Horror 5 by AA. VV

autor:AA. VV. [AA. VV.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Terror
editor: ePubLibre
publicado: 1988-01-01T05:00:00+00:00


La casa de los insectos

LISA TUTTLE

Lisa Tuttle, nacida en Norteamérica, reside en Inglaterra, y es a la vez periodista y escritora de relatos. Estuvo entre los primeros miembros del taller literario Clarion, y en 1974 ganó el premio John W. Campbell al mejor escritor novel de ciencia ficción. Lisa Tuttle también destaca en el relato de horror contemporáneo por su habilidad para aterrorizar a los lectores. «La casa de los insectos», particularmente horrible, sabrá helarle la sangre.

La casa era una ruina que descansaba igual que un barco destrozado por la tormenta sobre un promontorio cubierto de maleza dominando el océano. Ellen sintió que se le encogía el corazón al verla.

—¿Ésa? —preguntó el taxista con voz dubitativa, mirando por el parabrisas con los ojos entrecerrados y reduciendo la velocidad.

—Debe serlo —contestó Ellen sin mucha convicción.

Le resultaba imposible creer que su tía —o cualquier persona— viviera en esa casa.

Siguiendo la costumbre local, la casa había sido construida con madera encima de unos bloques de cemento que la levantaban hasta un metro escaso del suelo. Pero ahora las inundaciones parecían representar para la casa un peligro mucho menor que los vientos o, sencillamente, el tiempo. La casa estaba cayendo a pedazos sobre los bloques de cemento. Los tablones, maltratados por la intemperie, mostraban una costra de vieja pintura gris que había saltado en muchos puntos. Las ventanas, carentes de cortinas, parecían ojos ciegos, y un postigo colgaba en un ángulo imposible. Por entre los tablones que formaban el combado balcón del segundo piso, Ellen pudo ver la luz del día.

—La esperaré —dijo el conductor, frenando al final de un sendero cubierto de hierbajos—. Por si no hay nadie dentro.

—Gracias —contestó Ellen, saltando del asiento trasero y tirando de su maleta una vez hubo bajado. Contó el dinero del trayecto, y alzó los ojos hacia la casa. Ni una señal de vida. Sintió como se le encorvaban los hombros—. Basta con que espere para ver si me abren la puerta —le dijo al conductor.

Mientras subía por el agrietado sendero de cemento hacia la puerta principal, Ellen dio un respingo al ver que algo se movía bajo la casa. Se quedó quieta, y contempló el espacio oscuro que tenía delante. ¿Había sido un perro? ¿Un niño jugando? Algo grande y oscuro, moviéndose rápidamente…, pero ahora o se había ido o se ocultaba. A su espalda, Ellen pudo oír el motor del taxi, en punto muerto. Durante un breve instante pensó en volver. Con Danny. Con todos sus problemas. Con sus mentiras y sus promesas.

Siguió caminando hacia adelante, y cuando llegó al porche golpeó secamente dos veces la hinchada puerta de color gris.

Una mujer vieja, muy vieja, delgada como un palo y, obviamente, en no muy buen estado de salud, le abrió la puerta. Ellen y la mujer se contemplaron en silencio.

—¿Tía May?

Los ojos de la anciana se iluminaron al reconocerla, y movió levemente la cabeza, asintiendo.

—¡Ellen, claro!

Pero ¿cuándo había envejecido tanto su tía?

—Pasa, querida.

La anciana extendió hacia ella una garra apergaminada. Ellen notó el viento en su espalda.



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